A través de la historia, por miles de años, el hombre ha dejado su huella por todos los caminos. No sólo con la palabra escrita, sino en huesos y caracoles, y en cuevas donde la fantasía del pintor de la prehistoria dejó la constancia de hombres y fieras en singular policromía. La vida del hombre se intuye como acumulación de riqueza en el ser y hacer, y cada individuo erguido en dos pies para lanzar una piedra, la flecha, la lanza o disparo del arma de fuego, es una faceta llena de luces, conduciéndonos de la mano por las sombras de ayer, con vocación para entregar a los demás algo de su propia vida, sirviendo de ejemplo y advertencia, de estímulo o enseñanza, de fracaso o de renovación de vida, en un proceso interminable.
La historia, contada así, tiene predilección por figuras de gran relieve, cambiando el curso del mundo. Desfile de figuras resplandeciente, donde caras, gestos y actitudes se ocultan en ropajes de elegancia y se dejan de lado o rasgos humanos de quien pasó por el camino.
Junto con los personajes revestidos de metales brillantes y capas de armiño hay otros, no por humildes menos cargados de energía vital. Cuánta riqueza se encuentra en la vida de gente sencilla, y sin embargo, ejemplificante y rica en sus esencias. Es como pasar frente a deslumbrantes pomos en donde creemos encontrar ratos perfumes e inquietantes olores, olvidando abrir el triste y pequeño frasco colocado en un rincón de la robótica, con la sorpresa de encontrarlo colmado del mas bello aroma.
Cada hombre, en los millones de habitantes del planeta, tiene la historia de su paso por la vida, y no se requiere conquistar otros mundos, ni viajar a las estrellas, ni ser maestro de toga y birrete en la Universidad más distinguida, ni mandar ejércitos ni construir catedrales. Son vidas simples, llenas de historia.
La república italiana es un país que forma parte de la unión europea, con una extensión de 301.500 k2, con una longitud de 1300 y 600 km de ancho. Su territorio, consiste en una península de dos grandes islas, en el mar mediterráneo, Sicilia y Cerdeña, por el norte esta bordeado por los Alpes por donde limita con Francia, Suiza, Austria y Eslovenia. Los estados independientes de san Marino y ciudad del Vaticano, son enclaves dentro del territorio italiano. Forma parte del grupo de las ocho naciones mas industrializadas del mundo. Situada en el corazón del antiguo imperio romano, esta llena de tesoros que reconstruyen la historia de las bases de la civilización occidental. Entre los siglos XIV y XVI, Italia no era una unidad política, sino fragmentada en múltiples estados. En el norte, la república de Venecia, la República de Génova, ducados gran ducados y entorno a la Ciudad de Roma, los estados pontificios. En el sur de reino de Nápoles y Sicilia, dominado por las monarquías hispánica hasta el siglo XIX. Época que el sentimiento nacionalista italiano desembocará en la unificación de Italia, materializada un 17 de marzo de 1861, formando el reino de Italia, gobernando por la casa de los Saboya en la persona del rey Víctor Emmanuel II.
Pero no fue hasta el 20 de septiembre de 1870 se completó la unificación total, luego un plebiscito se eligió Roma capital de Italia, solo el vaticano quedo como enclave independiente igual que san Marino. Después de la segunda guerra mundial el 2 de junio de 1946, un referéndum sobre la monarquía, se estableció la república como sistema de gobierno, adoptando el país una nueva constitución el 1° de enero de 1948.
Si bien como estado unitario, Italia tiene una historia reciente, ha sido por más de 3000 años sede de grandes civilizaciones que marcaron profundamente la evolución de la cultura occidental. Cuna de la civilización etrusca, griega y centro del imperio romano, que por muchos siglos dominó al mundo occidental. La caída del imperio romano en el año 476 D.C. y su último emperador Rómulo Austulo, significó el fin de una organización política, pero no de una civilización.
Sucesivamente Italia invadida por pueblos de origen germánico quienes asimilaron los elementos de una cultura romana superior. Posteriormente Italia se incorporó al sacro imperio Romano fundado por Carlomagno en el año 800 D.C. que le dio a Europa una nueva estructura política y Social (el feudalismo). Además mantuvo durante toda la edad media una posición de privilegio como sede del papado centro de la cristiandad.
Los primeros asentamientos humanos, en Italia, se remotan a miles de años. Los realizan sus aborígenes esparcidos por todo su territorio, el cual era poblado y civilizado de un extremo a otro, por los venetos, picentes, umbros, sabinos, sabellis, vestino, ecuos, marsos, brucíos, pelignos, frentanos, volscos, samnitas, ausonios, hirpinos, oscos, yapicos, peucetíos, sículos, mesapios, enotríos, sicanios, sardos y desde luego, los latinos en la región Roma.
Todas estas etnias formaban parte de diferentes culturas florecientes antes de la era cristiana.
Italia marca indeleblemente con su cultura la cultura europea. Acaso sea el pueblo que tiene tras de si la más larga e interesante historia. Pero su carga – pasado glorioso- la lleva sin estorbos y sin presunciones. Imposible desconocer las huellas de las invasiones de los bárbaros germanos y sajones, del catolicismo consubstancial a la nación latina. El antiguo espíritu de la Roma imperial – compacto, rígido-se suaviza en la Italia ecuménica que recoge elementos de todos los pueblos de la tierra. Porque Italia ha sido puente de culturas y crisol de una nueva civilización. No sé cuántas gotas de sangre latina tenga cada italiano, pero estoy seguro que el espíritu del Lacio permanece ahí más vivo que el cualquier otra parte. A veces ofrece Italia, con su clima característico del Mediterráneo, una impresión más africana que Europa. Algo tiene que decir, en el temperamento italiano, los vientos erráticos, el sol meridional y el triunfo de la luz mediterránea. De su espíritu latino Italia conlleva individualismo de tan acusados perfiles. Individualismo en esa geografía de comportamientos; individualismo en las manifestaciones del arte, de la literatura, de la filosofía… Por una parte, hay en ese individualismo en encomiable respeto a la dignidad y al valor de la persona humana frente a los monstruos sistemas políticos transpersonales; por otro lado, hay también un cierto orgullo fatuo y un déficit de cooperación italiana. La civilización italiana articulada con particularidades y localismos está en las antípodas de la civilización masiva norteamericana y rusa.
Todo italiano tiene un secreto contacto con la antigua y lejana historia de Roma, de Grecia y del Oriente, Antes que el Estado, el italiano aprecia a la familia, Del renacimiento han heredado, los italianos, el culto de la forma y el culto de lo bello. Contra lo que se suele creer, Italia no es simplemente un pueblo de artistas, sino también un pueblo de filósofos y de científicos. La lista de italianos egregios es verdaderamente impresionante.
Mientras el romano carecía de sensibilidad estética, el italiano se caracteriza por una extraordinaria percepción de la belleza. Artes plásticas, música y poesía italianas han invadido gozosamente al mundo. Hasta en el más humilde de los italianos puede descubrirse un cierto sentido de la armonía, del refinamiento y de la elegancia.
Antes del renacimiento italiano propiamente dicho tan grandioso y significativo en la historia del arte y de la cultura mundial, habría que destacar la grandeza dantesca que abraza, en propósitos y sistema, todo el universo. En la Commedia-advierte Giovanni Papini- esta toda la vida conocida y además, toda la vida más allá del mundo; hay hombres de toda condición, pero hay además las sombras, los demonios, los ángeles, las Tres Personas Divinas. Ningún libro humano, hasta ahora, ha superado, por la inmensidad del tema, la Divina Commedia: únicamente los dos Testamentos, debidos a la inspiración de Dios, la sobrepasan y la vencen.
ITALIA: desde mucho antes del auge de Roma, fue y sigue siendo un mosaico de grupos étnicos distintos, para los cuales, la bota itálica representaba un destino muy atractivo, principalmente por su envidiable posición geográfica. Estas etnias diferentes entre sí, tanto en idiomas, como rasgos y nivel de civilización alcanzados, invadida por mar y tierra en forma pacífica o bélica por pueblos como: etruscos, griegos, sirios, egipcios, cartaginenses, celtas, galos, sarracenos, godos, visigodos, normandos, austriacos, aragoneses, borbones y franceses, ente otros.
Por lo tanto se creo un verdadero laboratorio de crisol de diversidad cultural, del cual surgió una civilización de inmensa riqueza de culturas, artes, usos y costumbres, que han perdurado a través de los siglos hasta nuestros días. Todos con el tiempo acabaron unificados políticamente, aunque la unificación cultural sigue siendo hasta hoy, incompleta.
Italia desde el renacimiento florentino en el siglo XIII se hizo presente en el mundo con obras de arte de grandes artistas y literatos de inmensas dimensiones:Cimabue, Giotto, Fra Angelico, Antonello da Messina, Brunelleschi, Botticelli, Raffaello, Leonardo, Michelangelo, Dante Alighieri, Machiavello, Petrarca, Boccaccio, Galilei, Guicciardini; Gozzoli, así como el gran mecenas de las artes Lorenzo De Medici.
La ópera: la más completa de todas las bellas artes musicales, “Eurídice” , segunda composición existente después de Dafne, fue presentada por primera vez en el Palazzo Pitti, en ocasión de la famosa boda de fin de siglo, en diciembre de 1600, entre María de Medici y el Rey Enrique IV de Francia, en sus segundas nupcias, compuesta por tres músicos de la época, Peri, Caccini y Rinuccini, posteriormente surgieron muchos compositores de ópera, que por mas de cuatro siglos siguen estando presentes en los mayores teatros del mundo, desde Claudio Monteverdi, Scarlatti, Cherubini, Spontini, Bellini, Rossini, Donizetti, y el gran Giuseppe Verdi, quien con su composición de la ópera Nabucco en 1848 contribuyó a los movimientos patrióticos por la unidad de Italia, ya que toda Italia entonaba la parte coral de “Va Pensiero”. Así como también otros grandes del realismo del último siglo, como Ponchielli, Mascagni, Cilea, Giordano, Leoncavallo; Alfano y Giacomo Puccini, a estos se deberán agregar los grandes y numerosos cantantes líricos que han dado vida a este nuevo arte surgido hace cuatro siglos.
Italia pagó esta riqueza de cultura basada en la diversidad con tardía unificación nacional en 1870. Los italianos que vinieron al nuevo mundo no lo hicieron como conquistadores, sino en búsqueda de una vida mejor basada en su trabajo y estando siempre dispuestos a integrase con otras gentes para formar nuevos núcleos familiares.
Se estima que, únicamente en el último siglo, más de treinta millones de italianos han emigrado a todo el mundo, siendo el ochenta por ciento hombres.
Naturalmente, no faltaron los italianos con espíritu de aventura, entre los primeros; Nicolás, Mateo y Marco Polo, que durante el siglo XIII lograron en viajes maravillosos descubrir no sólo un mundo nuevo para los occidentales, sino nuevas etnias, usos y costumbres. Fue ese un gran acontecimiento para la Europa medieval, que abrió nuevas rutas y mercados sentando las bases del auge comercial de Venecia con los países de las especies y las sedas.
Muchos navegantes surgieron por todo el territorio italiano como deseo de seguir descubriendo nuevos horizontes, pero el destino estaba reservado para el gran genovés Cristóforo Colombo que a fines del siglo XV, en su afán aventurero, logró descubrir un nuevo continente. Le siguieron otros navegantes como: Giovanni da Verrazzano, Giovanni y Sebastiano Caboto y Americo Vespucci, quien fuera el primero en pisar tierras mexicanas, al norte de Veracruz. Así se abrieron nuevos horizontes para los habitantes del viejo mundo al colonizar nuevas tierras. Se tienen noticias de que los primeros italianos llegaron con los españoles, al mando del conquistador Hernán Cortés, pero no eran mercenarios, ya que no se hicieron del algún jugoso botín, sino que se casaron con naturales, quedándose a vivir en estas tierras, hasta el fin de sus días, dejando una importante descendencia.
Hoy no es fácil seguir el rastro de los antiguos inmigrantes italianos debido a que muchos apellidos se castellanizaron, por ejemplo: Cavazzo a Cavazos; Fiori a Flores, Ciapapria a Chapa y muchos otros.
Los italianos quedaron esparcidos por todo el territorio mexicano, aportando grandes beneficios en todo los campos. Así el misionero Pablo Kino; Giovanni Paoli, fundador de la primera imprenta en México; Giambattista Antonelli, quien desarrolló el plan regulador para la ciudad de Veracruz, Dante Cusi, cofundador de algunos pueblos de Michoacán como la nueva Italia y Lombardía; Antonio Mazza quien fuera benefactor y suegro de don Benito Juárez; Adamo Boari construyó el Palacio de las Bellas Artes; Franco Cavallari construyó el Correo Mayor y la fachada de la Academia de San Carlos en la Ciudad de México; Carlo Pani fue el fundador de la aviación civil mexicana entre otras cosas; Manuel María Lombardini nieto de italiano, ocupó la Presidencia de la República en 1853; el Dr. Luigi Garrone, miembro fundador de la Academia Nacional de Medicina. Además la presencia activa de un grupo de patriotas italianos, ente ellos el General Vincenzo Filisola, el General Peppino Garibaldi, nieto de Giuseppe, el héroe de los dos mundos; el General de Brigada Luigi Ghilardi, quien fuera héroe garibaldino que se distinguió en muchas batallas, combatió por los ideales de la libertad de México y fue fusilado por el ejército francés en Aguascalientes en 1864.
A principios del siglo XIX, grandes conflictos bélicos afligieron a toda Italia de norte a sur con las dominaciones austriacas, españolas y francesas. Se luchaba por la libertad y la unidad de país para un mejor bienestar. Muchas familias decidieron emigrar a los países que les abrieron los brazos. México fue uno de ellos, con el apoyo del gobierno mexicano, emigraron más de tres mil familias. La mayoría de ellas eran artesanas y agricultores. Algunos se establecieron en el sur de la República, creando nuevos pueblos, como Chipilo, dando ejemplo de trabajo y honradez, además de buenas costumbres, de ciudadanos ejemplares, mostrando así su agradecimiento al país que les había abierto los brazos en momentos difíciles.
Otras familias con los mismos valores llegaron al norte de México a residir para siempre. Se integraron en las actividades productivas de la comunidad que los aceptó. Conservaron la hermandad entre ellos, y como regiomontanos adoptivos, coadyuvaron en la búsqueda del engrandecimiento de su lugar de residencia y de su nueva patria, como si fuera la suya propia. Procrearon una descendencia de gran valor que enaltece la memoria de sus ancestros.
Gracias a las investigaciones del historiador Israel Cavazos se descubre que en 1650, aparece un personaje muy importante para la historia de Monterrey: Gianbattista Ciapapria, castellanizado Juan Bautista Chapa conocido como el cronista anónimo, originario de Albisola una pequeña localidad marítima situada en la Riviera de Liguria, famosa por la producción de cerámica y alfarería, que desde los tiempos más antiguos negociaban con fenicios, egipcios y griegos. Durante el siglo XVII un pequeño grupo de artesanos de Albisola emigró a México, a Nuevo León y Oaxaca, aportando su tecnología en el campo ceramista y de alfarería.
Italia ha contribuido con sus emigrantes al desarrollo de muchos países del mundo entero. Hoy suman más de sesenta millones, incluyendo a sus descendientes en segundo y tercer grado, más de los habitantes actuales residentes en Italia.
En la actualidad, debido al desarrollo industrial y económico, Italia recibe inmigrantes de varios países del mundo, sobre todo de aquellos que en el pasado tendieron la mano amistosa a los emigrantes italianos. Ahora las nuevas generaciones de italianos que emigran, ya no son artesanos y campesinos, sino técnicos, inversionistas y académicos.
Algunos de ellos atraídos por los encantos de las mujeres mexicanas, y en parte también por las múltiples afinidades que unen al italiano y al mexicano, se casan y aquí se quedan formando nuevos núcleos familiares, contribuyendo además al desarrollo de la nación que los hospeda, bien recibidos en esta nueva tierra.
Los que aquí llegan tienen su corazón dividido en dos partes, una añora con nostalgia la patria que los vio nacer, y la otra que los recibió con generosidad y les permitió desarrollar sus actividades para abrirse camino y en general alcanzar el éxito deseado, al mismo tiempo al integrarse social y culturalmente.
Sus descendientes se sienten orgullosamente mexicanos, pero también recuerdan con cierto cariño la nación de origen de sus antepasados, Definitivamente durante estos 412 años de vida de Monterrey, la presencia italiana ha sido muy significativa.
A continuación mencionaremos sólo algunos de tantos italianos que se distinguieron en varias actividades durante su fructuosa vida en Monterrey desde 1650. Todos fallecidos.
Giovanni Battista Ciapapria |
Cronista |
Pasquale Costanza |
Médico |
Vincenzo Costanza |
Farmacéutico |
Francesco Barbarigo |
Poblador |
Vincenzo Ferrara |
Industrial |
Michele Ferrrara |
Industrial |
Reynaldo Berardi |
Industrial |
Luigi Filiberto |
Médico |
Michele Giacomino |
Escultor |
Guido Ginesi |
Constructor |
Matteo Mattei |
Constructor |
Graciano y Liborio Bortoni |
Agricultores y Ganaderos |
Gaetano Rebonato |
Pedagogo |
Nicola Giovanetti |
Pintor |
Gaetano y Diofausti Fausti |
Constructores |
Michele Ferrigno |
Viticultor |
Antonio Decanini |
Pedagogo |
Paulino Decanini |
Constructor |
Giuseppe Gallo |
Fundidor |
Antonino Sava |
Constructor |
Donato Bacco |
Fundidor |
Vincenzo Marino |
Fundidor |
Gennarino Decrescenzo |
Industrial |
Giorgio Berni |
Economista y Pedagogo |
Adrio Illuminati |
Economista y Pedagogo |
Antón Guadagno |
Músico y Director Orquestal |
Augusto Massa |
Artista en Marmolería |
Giancarlo Von Nacher |
Pedagogo |
Desde los albores del Siglo XX, Monterrey contaba ya con un regular grupo de ciudadanos italianos, los cuales desde entonces intentaban formar una comunidad unida, sobre todo para seguir conservando uso y costumbres de sus regiones de origen, para poderlas trasmitir a sus descendientes a través de los tiempos. Se reunían en pequeños grupos familiares, con deseos de algún día, formalizar estas reuniones respetando estatutos e integrando a un mayor número de asistentes y a los nuevos italianos que se avecinaban con los mismos deseos. Pero no faltaban pretextos, las razones de fondo eran muchas, sobre todo por las diferentes costumbres de las regiones de origen. En la misma Italia las regiones empezaban a acostumbrarse a vivir unidos. La unidad política estaba en sus inicios, muy lejos estaba la unidad cultural, así como las costumbres de las regiones, en especial entre el sur y el norte.
Además, conservar unidos largo tiempo a un grupo de italianos dentro o fuera de Italia, siempre ha sido tarea difícil, ya que los temperamentos de cada uno se dificulta cualquier unión. Esta característica es el principal y gran problema en todas las actividades sociales y culturales de los italianos.
En Monterrey, durante los años posteriores a la primera guerra mundial, la comunidad ya era más numerosa, se podía calcular en unos trescientos italianos, además de la descendencia ya formada. En la década de los años 50, para Monterrey se avizoraba un futuro muy promisorio, no sólo en el ámbito industrial sino también en el desarrollo cultural.
La presencia extranjera era cada día más numerosa, sobre todo en el área técnica y en la académica, por consiguiente, no podían faltar los italianos, que ya no eran inmigrantes como en el pasado, aventurándose para buscar mejor sustento de vida a cambio de grandes sacrificios, pero eso sí, dejando una imagen de trabajadores honrados, dedicados a cuidar el orgullo de su patria de origen.
Con la presencia de estos nuevos italianos con mayor preparación académica y mentalidades más emancipadas, volvió el interés de intentar reunirse periódicamente.
La nueva sociedad italiana trató de unirse con la anterior, de congeniar las viejas y arraigadas costumbres de las regiones peninsulares, acercando el norte con el sur. El futuro se avizoraba muy promisorio.
Durante la década de 1960 por fin se empezó a entrever la posibilidad de la siempre deseada unión oficial de la comunidad italiana de Monterrey.
En esa época un pequeño grupo de italianos decidió dar vida, con serias intenciones de formalizar una asociación sociocultural el: “Comité en Nuevo León de la Dante Alighieri”, ante la Notaría del inolvidable amigo Dr. Agustín Basave. Formando el primer Consejo Directivo los señores Giorgio Berni, Giancarlo Von Nacher, Gennaro Fusi, Luis Astey y Salvatore Sabella. Inaugurada en marzo de 1968, con la presencia del Sr. Embajador de Italia en México, Dr. Enrico Gastone Belcredi, además de muchas personalidades que daban fe del nacimiento oficial de este importante organismo cultural, reconocido por la Sede Central de Roma. Hasta la fecha sigue transmitiendo idioma y cultura italiana con esmero. Por fin se daba comienzo a una nueva forma de vida, con armonía se reunían las familias italianas, los descendientes y amigos de Italia, sin distinción alguna.
Durante el año 1996 la inquietud de unión seguía creciendo, se decidió convocar al mayor número de italianos para presentarles las cláusulas del proyecto de la nueva Asociación Presenza Italiana en Monterrey, la aceptación fue unánime, se eligió oficialmente la nueva directiva, recayendo el honroso cargo de la presidencia en Salvatore Sabella , para el año 1997 el sueño más grande estaba por iniciarse, para entonces ya se contaba con un buen número de asociados, entre italianos descendientes y simpatizantes.
De inmediato se consideró dar un justo homenaje con medallas conmemorativas a los italianos con más de cincuenta años de residir en Monterrey, los recipiendiarios fueron: Sra. María Pía Dondé, Sra. Teresa Bacco, Sra. Inés de Nigris de Marino, Sra. María Antonietta Tancredi de Decrescenzo y los hermanos Vito y Gennarino Decrescenzo.
En el mismo año se logró, después de exhaustivas investigaciones, presentar un libro sobre la historia de cuatro siglos de la presencia italiana en Monterrey en todos los ámbitos. Con ello se dieron los primeros pasos para erigir un monumento que simbolizara la amistad entre México e Italia.
Con una generosa aportación profesional del Arq. Paulino Decanini Terán, se elaboró el diseño y proyecto que conjuntaban cuatro elementos que la tecnología italiana ha aportado a Monterrey durante cuatro siglos: fierro, cemento, vidrio y cerámica. La realización se logró gracias a las empresas, a los amigos mexicanos e italianos, a todos ellos nuestra más sincera gratitud por siempre, por la realización de un sueño alimentado por muchos años.
En la Piazza Italia, hay un lugar para dos banderas, la mexicana y la italiana, ambas tricolores, el verde de la esperanza, el blanco, de la pureza y el rojo del amor, benditos pabellones por quienes tanto han dado su vida en defensa del suelo patrio.
Tenemos la esperanza de que el efecto de unidad que producirá el monumento, será debidamente aquilatado por las futuras generaciones, tanto las inmigrantes como las que ya están enraizadas en esta comunidad, sólo en este sentimiento humanista de fraternidad en la unidad, fincamos nuestros esfuerzos, sueños y esperanzas para lograr una solidez permanente en la historia de nuestra sociedad, mensaje que irradiará permanentemente desde la esfera de la esperanza que significa el monumento.
Epílogo: La comunidad italiana que el destino avecinó en Monterrey durante siglos. Muchos, convertidos en mexicanos por voluntad propia, otros conservando su patente de origen, pero todos guardando para México e Italia, admiración y respeto, cultivando sus valores, arte y cultura de la península itálica, las comunidades italianas se entregan a su nueva Patria, donde han encontrado abierta la mano y el corazón sensible a la amistad. Ya he dicho en alguna ocasión que gozamos en Italia y en México del mismo sol, del mismo viento, del mismo mar y de las mismas montañas, como si ello nos llevara a tener los mismos colores de nuestras banderas, donde la paz, la comprensión y el mutuo respeto nos hacen a ambos países merecedores del respeto de los demás. Esperamos que así sea y que la comunidad italiana y sus descendientes sigan siendo, como hasta hoy, del más alto valor humano.